martes, 25 de julio de 2017

Poemas de Paúl Chimbo Torres



I



Ahora hablo a solas



Ahora hablo a solas

cuando veo a ese tipo que escribe poemas

ponerte la mano en el hombro izquierdo

mientras tú posas para la cámara

esperando que esa imagen

me acuchille los ojos

y ¿sabes una cosa?

Sí, esa fotografía

me acuchilló los ojos

para no ver que los brazos de ese tipo

con apariencia de rudo

y voz de marica

te abriera las piernas

e hiciera de tu arcoíris negro

la tumba de este amor.



Ahora hablo a solas

mientras escucho la canción

que me dedicaste

y me río de vergüenza

al saber que mis ojos muertos

ahí donde veían gatos

solamente ven zorras.



II



Después del fin del mundo



Después del fin del mundo

llegaste abrazando un gato

y con las tetas rasguñadas.

Te habían cortado los pezones

para que los hijos de los hombres

se murieran de hambre.

No dijimos nada.

El mundo había acabado

pero yo seguí escribiendo poesía.





III



Solo de nalga en Si Mayor





14 y 48 no ha vuelto su voz.

En mi cabeza -su voz- está dando puñetazos de aire 

y moliendo a golpes el amor.

A sus 19 años no prefiere a los bellos,

a aquellos sin heridas y con cara de nalga;

prefiere a los otros y siempre elige mal

por eso se suicidan diminutos peces de brea por sus ojos. 

Esta historia es la de un hombre

que deja en mitad de la montaña a una niña

con la promesa de que pronto volverá, 

y ella espera su regreso para romperle el corazón

y luego sacarle fotos, cientos, miles de fotos

que le harán creer que todo lo bueno

se puede atrapar con una cámara. 





Dentro de una esfera de cristal

hay una pistola

que nadie te enseñó a disparar.

¡Dispara!





No ha vuelto su voz

cerca hay animales sucios

olfateando la felicidad para destriparla,

para llevársela en el hocico

y demoler toda forma del amor.

14 y 48 y no llueve

yo me siento a esperar a Sarah Kane

para arrebatarle la sonrisa,

y usarla el instante de tu llamada.

Será algo grotesco pero real. 

Pequeña ciudadana

solamente conozco tu hilito de voz,

nada sabes de mí,

pero se supone que un hombre

debe escribir algo que valga la pena

cuando está enamorado.

Hemos hallado el límite de nuestra soledad.





Hace tantos años

que Loja fue reconstruida

por poetas anónimos

la noche es un bisturí que parte

tu pecho y salen arrojados de él

pequeños cadáveres de luz.





Te conté que mal vivo,

te dije que los monstruos

son hombres con la realidad rota,

te dije que necesitaba de tu orden

porque eres el genio maligno,

el sexo floreciendo hacia dentro,

el lago sin orillas,

la carne prometida a Nico Tiberio.



14: 48

Tengo tu voz en las orejas,

en el pecho,

debajo de la lengua,

dentro de la sangre,

¡tu voz me está jodiendo tanto

que hasta puedo bailar con ella!

Ya es tarde.

¿A quién le importa qué hora es?

La soledad es una hoja

donde no hay un nombre de mujer.

Manteca de chocolate para los hijos de la tristeza. 





Tengo ganas de escribir.

De escribir tu nombre en el cielo,

cerca de las nubes,

ganas de escribir tu nombre con niebla

de escribir tu nombre con gritos

tu nombre con azúcar

con maullidos.





A esta hora la ciudad es una trampa,

pero aún tengo habilidad

para expulsar palabras.

14: 48 tu voz me brinca insensata dentro de la panza.

Temo que algo innombrable vaya a pasar.   

Demonios, te quiero.



IV



El que llora no mama



El que llora no mama

y este llanto vulgar que no ves

cae derramado en una jarra de cerveza

donde un pez escarlata te dibuja

para que aparezcas frente a mí

traigas puestas tus oscuras pantimedias

y me digas: “Hola guapo”,

y luego nos bebamos la noche sin azúcar

y nos abracemos tristes pero con amor.

¡Por fin apareció esa palabra!

Apareció esa palabra pero sin ti.



El que no llora no mama

y ocurre que no llegas;

entonces hay que romper la noche con un cuchillo

y mamarse las tinieblas con alcohol

como se bebe la tinta

de un pulpo que emborracha al mar.



Hermana fúnebre de Andrómaca

trae puesto tu vestidito azul

recógete el cabello

trae encendida el alma de un cigarrillo

y dime: “Tranquilo poeta,

hoy la muerte se acostará con los dos”.

Ahora lo entiendo

el que no llora no ama.





Paúl Chimbo Torres

Loja – Ecuador

(Una ciudad que no existe y además no importa)